Este verano extraño que estamos viviendo quería que mi hijo viviera alguna experiencia diferente, y muy especialmente, en contacto con la naturaleza. Y la verdad: acertamos de pleno con la Escuela de Equitación Meres.
Ya teníamos referencias porque Julia, una amiga suya, ya había estado disfrutando de los caballos. Pero siguieron sus pasos Leo y Mara, y después Adrián y Víctor, así que mi asturpeque tuvo su semana de "campamento urbano" en el campo rodeado de caballos, perros, hórreos, prados, hortensias, ¡hasta un río tenían!, y todo lo que podáis imaginar que hay en una quintana asturiana. ¿Dije una semana? ¡DOS! Terminaron siendo dos, porque el asturpeque que no quiere ir a campamentos, con Equitación Meres ¡quiso repetir!
Ha sido una experiencia brutal. Desde las 9 de la mañana hasta las 5 de la tarde al aire libre, aprendiendo a montar y trotar sí, pero también a limpiar a los caballos, a cepillarles, a atender sus necesidades y a quererles, eso ha sido lo que más fuertemente recuerdan los niños. Probablemente esto se deba a Marga y su equipo, que transmiten a los críos su pasión por los caballos sencillamente porque la tienen. Y todavía querían más, no os creáis, que no querían irse ni mal ni bien, aunque en honor a la verdad, diré que subían al coche y se derrumbaban de agotamiento, todo el día sin parar, es lo que tiene.
Podría contaros que trabajan con niños con necesidades especiales y les ayudan muchísimo, o que participan en competiciones hípicas, que hay clases durante todo el año y unas cuantas cosas más de las que me he ido enterando en estas dos semanas, pero todo eso lo podéis ver en su facebook. Lo que yo quiero resaltar -porque es lo que hemos vivido-
es lo fantásticamente bien que se lo pasan los participantes, lo felices que se
les ve, cuánto disfrutan... que se acuerdan en casa de Xana, Milton, Ortigoso,
Cancún, Lúa, Mofu o de Dorami, caballos a los que han montado, abrazado o
limpiado sus cascos o incluso metido en el río, que esas guerras de agua en el
río son memorables.
Han montado y aprendido a trotar y hacer algunas cosas específicas con su caballo, ya os lo he dicho, alguno incluso a galopar, pero también han aprendido a atender las necesidades de estos animales, a quitarles las moscas cuando les perseguían, a quererlos, a ayudar a un compañero cuando lo necesitaba, a dejarse ayudar cuando eran ellos los que lo necesitaban. Han hecho nuevos amigos, han sido "independientes", han respirado aire puro y han sido muy libres, que falta les hacía después del confinamiento ¿verdad?
Yo, qué queréis que os diga, que me muero de envidia. Que cada día adelantaba la llegada para recogerle a las 5 para disfrutar yo también un poquito de ese precioso lugar que es la escuela, esas flores enormes, esos niños tan entusiasmados por presentarme a los caballos y a los compañeros, de todas esas cosas que me contaban que habían hecho y que no puedo repetiros porque no tengo ni idea de caballos.
Que me ha encantado.
Y tenía que contároslo.
Equitación Meres
San Juan del Obispo s/n
Siero